Hace mucho tiempo, en una pequeña cabaña, de pequeño, pero
hermoso país, vivía una niña llamada Alexa, la cual tenía 3 años. A ella
le encantaba jugar, saltar, pero, sobre todo, le encantaba observar,
observaba las flores, árboles y hasta las nubes. Mientras fue creciendo
se volvió más curiosa ya que siempre que le causaba curiosidad algo lo
investigaba, pero como en la pequeña cabaña en la que vivía no tenía
nada de tecnología y sólo contaba con un viejo y polvoso libro, con el
que buscaba todo lo que no conocía, pero a Alexa le tocaba el trabajo
más duro: investigar por su cuenta; era lo que más le gustaba ya que
cuando encontraba la solución se ponía muy emocionada.

Un día, cuando estaba cumpliendo 14 años, le surgió la pregunta:
“¿Qué voy hacer cuando sea grande?” Y entró en una gran
preocupación de saber qué iba a hacer en un futuro, así que regresó a
lo más preciado que ella tenía, su libro, en el cual leyó sobre las
carreras que se encontraban ahí y, para su sorpresa, encontró la carrera
perfecta para ella “ser maestra”, ya que con esta podía ayudar a todos
los niños con dudas como las tenía ella cuando era más pequeña.

 

Alexa fue corriendo con su abuela y le contó su gran hallazgo, pero su abuela
no le dio la reacción que ella quería ya que ella le dijo que estudiar esa
carrera no servía y menos con la posición económica con las que ellas
vivían, le dijo que mejor se dedicara a coser como ella lo hacía. Alexa
nunca dejó opacar su sueño por los comentarios de su abuela, ella
luchó para seguir adelante.

 

Poco tiempo después, Alexa descubrió una
escuela en el pueblo más cercano y estudió, no fue fácil ya que no
estaba acostumbrada a ese ritmo académico, pero ella no se rindió
hasta llegar a graduarse, llegó a la universidad con una beca por su
gran esfuerzo y se graduó de maestra con honores. A los dos años,

fundó su propia escuela y nunca dejó de repetirse: todo gracias al “libro
soñador”.