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Ir el domingo en la tarde por atol de elote, comerte una tostada con chow mein, armar alfombras para Semana Santa y quemar cuetes para Noche Buena… Estas son tradiciones que, sin duda, son parte inseparable de nuestra cultura. De manera análoga, puede ser que todos nos sentimos identificados con las palabras muchá, qué onda vos, órale, va, las aguas, entre otros, por el simple hecho que, aunque no las utilizamos, las escuchamos a nuestro alrededor.

Las cosas anteriormente mencionadas puede ser que definan a un guatemalteco, pero en realidad ¿qué nos hace ser verdaderamente un chapín? Puede ser que este sea un concepto poco desarrollado, que reside en la identificación con  conceptos tan generales como lo son el área geográfica en que se nació, o el himno que escuchamos cada tanto (o no).

La respuesta a esta pregunta puede resultar siendo a su vez, inefable en su totalidad.

Puede ser que no tengamos la respuesta. Puede ser que, demasiadas cosas acudan a las mentes y al final el elaborar un enunciado racional resulte siendo casi que imposible. Sin embargo, firmemente proclamamos que la definición de guatemalteco la creamos nosotros, y la vamos forjando a nuestro parecer hasta que se adecua totalmente a lo que deseamos que sea.

A pesar de que la mayoría de la población guatemalteca sufre de pobreza. Aunque los casos de corrupción suenen mucho a nivel internacional. Estos hechos, cuyo cambio debería resultar siendo imperativo, van formando lazos que nos unen poco a poco, más por el afán de cambio que por la lástima que sentimos al respecto.

Este sentimiento de amor por los hermanos de patria se va transformando poco a poco, hasta que algunos (y lamentablemente, no muchos) proclamamos amar a Guatemala. Y es que esta es la definición concreta de patriotismo, ese afecto que sentimos y causa que sintamos esperanza, que cantemos el himno nacional con orgullo y una sonrisa en el rostro, que algunos salgamos a las calles a manifestar por lo que deberíamos de obtener.

Concluyendo, en el mes de nuestra independencia, lo único que queremos es recordarles y hacerlos pensar que, soló quizá, ser guatemalteco no es solamente ponerse la camisola cuando la selección juegue, o disfrutar de unos chuchitos. Ser guatemalteco es, en realidad conocer nuestra historia, tener optimismo por todos aquellos que sueñan en grande, luchar por los derechos del pueblo y proclamar siempre con orgullo: yo soy guatemalteco.

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